Desde que irrumpiera fulgurantemente en la elite del fútbol español hace casi nueve años, la criatura ha peleado con denuedo por que el diminutivo de su nombre no le hiciera parecer un niño en un mundo de hombres; y de hombres en algunos casos muy malotes. Cuantos más títulos de clubes y selección ganaba más legitimaba su deseo y Pedrito no tardó en convertirse en Pedro, el magnífico extremo criado en La Masía del FC Barcelona y protagonista de dos tripletes con el club azulgrana. Así reza hace mucho ya en su camisetita.
Poseedor de un Mundial y una Eurocupa entre los múltiples títulos de sus vitrinas, el tinerfeño nos ha recordado estos días que a sus 28 años está hecho todo un niño y todavía es más Pedrito que Pedro. Como futbolista, su evolución se mantiene espectacular; como persona, se ha retrotraído a la infancia. El eguito de Pedrito se ha destapado exuberante en la concentración de la selección española en plena Eurocopa’2016 de Francia.
Sólo un día antes del tercer partido del combinado de Del Bosque, y después de dos victorias en otros tantos partidos sin su concurso, Pedr(it)o se descuelga diciendo que no merece la pena venir si no se tiene continuidad, que para hacer grupo que traigan a un romano y que estar allí sin jugar es poco más o menos lo mismo que cavar zanjas de ocho a tres en agosto en la avenida Montesierra.
Como si el muchacho hubiera ido a un campamento de verano o algo, donde cuando no está a gusto uno puede montar una pataleta gansa e incluso pedir que vengan sus padres para recogerlo. En vez de besar por donde pisa el señor que lo ha incluido en la lista después de su temporad(it)a en el Chelsea; en lugar de alegrarse por los triunfos del equipo y poner en valor el trabajo de sus compañeros; lejos de darse cuenta de la inoportunidad del momento elegido; Pedrito mira para su bolsa y larga fiesta. Seguramente por casualidad, al día siguiente el equipo le puede meter doce a Croacia pero palma…
El seleccionador, que encaja más que Rocky en la primera película, lo disculpa porque el chico siempre ha sido muy correcto y ahora tiene rabia de haber dicho lo que dijo…pero el chico en cuestión dice que no tiene rabia ninguna ni se arrepiente de lo dicho, que no fue para tanto y que, si acaso, se ofrece a disculparse si hubiera defraudado a alguien.
Por mucho que el señor papá se afane en restarle importancia, el niño le ha salido futbolista y egoísta, disculpen que me repita. Y el egoísmo, según queda definido por la Real Academia Española de la Lengua, no es otra cosa que “el inmoderado y excesivo amor a sí mismo, que hace atender desmedidamente al propio interés, sin cuidarse del de los demás”. Pedrito, teniendo un inmoderado y excesivo amor a sí mismo, ha atendido desmedidamente a su propio interés, sin cuidarse del de los demás. Del de su compañero de cama en la concentración, del de los técnicos, del de todos los que trabajan alrededor de la selección, del de todo un país. Mirándolo bien, tampoco es para tanto…
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