La primera acepción que la RAE ofrece del término bufón es la siguiente: "Personaje cómico encargado de divertir a reyes y cortesanos con chocarrerías y gestos”. Ése es el papel que el Sevilla ha vuelto a desempeñar en su última visita al Bernabéu. El Madrid ya sabe que cada temporada el Sevilla aparecerá en cualquier momento para hacer sonreír a su gente, para alegrar a Florentino Pérez y para que los cortesanos madridistas pasen una tarde divertida con el juego chistoso del Sevilla. La obra se interpretó, de nuevo, a la perfección. Hay derrotas que no son determinantes, pero sí son intolerables. Ésta es una de ellas.
Nada más acabar el partido, mi dilecto José María Pérez Deco (a quien me gusta nombrar en estos artículos por su lucidez) me escribía: "Qué falta de ambición tiene este equipo". Con qué sencillez describe el paso atrás que viene ofreciendo el Sevilla, representado exponencialmente en esta triste tarde. El equipo, con la connivencia del club, ha convertido los partidos lejos del Sánchez-Pizjuán en un agradable picnic. Si llueve, se recoge la manta y la cestita con el bocadillo de mortadela y para casa. No pasa nada. El fútbol de los centrales, de Escudero, Banega y Sarabia se ha atascado y el entrenador no reacciona. Ni siquiera ante un Madrid tan pobre. Es normal, las derrotas empiezan a acumularse y él sólo escucha a Caparrós hablar de Bryan Gil. El mensaje ha bajado peligrosamente un escalón. La puesta en escena de Pablo Machín en Madrid fue decepcionante y su decisión de quitar a los dos delanteros hace pensar que su cabeza aún ejecuta las órdenes del entrenador del Girona. Una cosa es ser humilde y otra sentirse perdedor. Machín jugó con la idea de llevar a cabo una magnífica derrota digna y le salió una bufonada.
LSSI | | | Política de Cookies |