Todo lo que toca funciona

El Sevilla es una máquina admirable y eficiente, una máquina capaz de mejorar cada pieza que se coloca a su servicio. Es como el agua bendita: sana, purifica y engrandece todo lo que toca. A Pepe Castro no le daban dos telediarios y el Sevilla lo ha enmarcado (por títulos) como el mejor presidente de la historia. Los técnicos se fueron a un pueblecito perdido en Cataluña para apostar por un humilde entrenador y va camino de convertirse en una referencia. Navas volvió para agotar sus últimos años y ha vuelto a cumplir 20. Banega parece haber nacido en La Macarena, Franco Vázquez corre  y juega como los ángeles, Andre Silva sueña con quedarse, Ben Yedder se relanza en Europa, Vaclick transmite paz, Sarabia crece y crece y… hasta Gnagnon parece ahora interesante. Nos podemos detener en mil detalles, en ciertos tropiezos puntuales, pero la máquina sigue y sigue. Plantarle cara con valentía a este Atlético de Madrid es meritorio. No es fácil combatir con tanta ambición e insistencia ante un equipo cargado de vikingos competitivos, con jugadores de un nivel superior como Oblak o Griezmann y con la eterna ayuda del cuerpo arbitral… No existe en España un equipo más beneficiado por los colegiados que éste. La permisividad que disfruta es insultante.

El Sevilla se mantiene firme entre los mejores, explotando al máximo cada argumento válido que posee. El siguiente paso es el definitivo, el más complicado: pasar de pelear con los mejores a ser el mejor. La puesta en escena para lanzar el apasionante año que queda por delante fue ilusionante, pero los sueños hay que reforzarlos con realidades. Machín ha vuelto a construir una máquina envidiable, pero para seguir alimentando su eficacia demoledora necesita más ayuda que la que le pueden prestar Promes o el chaval Bryan Gil. El club deberá decidir en los próximos días si desea disfrutar de este momento, que es atractivo y estimulante, o pretende dar otro giro más hacia la grandeza y volver a reventar su techo.

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