El Sevilla pasó por San Mamés con ganas de volver a Sevilla después de cuatro días de exilio, quizá fueron demasiados para unos profesionales… Se trató de dar un paseíto rápido y emprender la vuelta. No hizo nada para ganar y regaló todo para perder. Los tres centrales volvieron a demostrar sus carencias. La velocidad en el contrario es un arma mortal para Gnagnon, Kjaer y Sergi Gómez. La capacidad de los tres para girarse en un metro y salir pitando es alarmante. Williams, desacreditado durante toda la temporada, pegó tres carreras y metió dos goles. El delantero se marchó sin recibir ni una sola patadita… El equipo ha entendido que perder en el Sánchez-Pizjuán es casi imposible, por lo que parece haber decidido relajarse en los desplazamientos. Y por esa gatera se están marchando demasiados puntos y sensaciones...
Nadie se apuntó al partido. Ni Banega, ni Sarabia, ni André Silva, ni Escudero, cada día más desdibujado… Ni Pablo Machín. El entrenador se limitó a ver dejar pasar los minutos sin mostrar un argumento o intención de tocar una tecla que pudiera variar la actuación del equipo. Machín estuvo lento, sin capacidad para reaccionar, sin ese espíritu rebelde de otras ocasiones. No buscar la luz con cambios tempraneros y desperdiciar esa oportunidad, a veces, es incomprensible. Sobre todo, en tardes como las de hoy en la que no había nada aprovechable que esperar. Con el “palo” uno se aleja del análisis global y mesurado, pero esa es la esencia del mismo. Y el paseo del Sevilla por San Mamés se merecía un buen palo. A otra cosa…
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