Alejandro Talavante se retira de forma indefinida. Se ha marchado sin hacer ruido, con calma y temple, tal y como toreó en Zaragoza, donde formó un auténtico alboroto. Se va el rey del natural. Capaz de ralentizar la embestida de cualquier toro, de crear e imaginar faenas imposibles. Resumiendo: torear. No hay derecho que el sistema taurino tan prostituido y monopolizado deje apartado a Talavante de muchas ferias importantes aún siendo triunfador de San Isidro. No hay derecho a que sea la única figura que da la cara con otros encastes, que haga gestas inigualables como figura del toreo y no se le reconozca. Porque no hay derecho que las empresas no lo cuiden, ni en lo económico ni en las tardes contratadas. ¿Saben ustedes lo que habéis provocado señores taurinos de la chaqueta, el pañuelo y la corbata? Ganan los golfos, pierde el toreo, porque el toreo sin Talavante es menos toreo. Se queda un poco más huérfano. La afición lo quiere, le gusta, lo reclama. Es el que mejor torea. Es el número uno de las figuras del toreo. Pero es entendible, jugarse la vida, ser triunfador, torear como los ángeles, levantar el teléfono y que te ninguneen termina cansando.
Maestro, le esperamos.
Ganan los golfos, pierde el toreo.
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