Emocionado, sigo emocionado. No sé cómo reaccionar ante tal obra de arte. No sé si salir a dar un paseo por la Sevilla profunda, si soltar el móvil, si dar un salto o pegarme un chocazo contra la pared. Qué sensación más grandiosa. Porque el toreo es grandeza y Diego Urdiales lo ha elevado a su máxima expresión. No cabe más torería, más temple, más empaque ni más compás en una faena. Será imposible borrar de mi mente este 7 de octubre, esta majestuosa tarde del torero riojano. Cómo voy a poder describir esos naturales ralentizando la embestida, o ese otro maravilloso natural, con el cuerpo totalmente encajado y erguido, en el que para el tiempo; o el cambio de mano con sello caro; o ese remate final con la pierna genuflexa antes de coger la espada. El toreo no se puede explicar con palabras porque para entenderlo hay que volver a ver a Diego Urdiales este 7-O. Ejemplo. Puedes describir a la Giralda a una persona que no la conozca: es una torre almohada muy bonita, que tiene más de 100 metros de altura y que tiene unas características distintas; o puedo decir que la Macarena es una talla anónima del siglo XVII y tiene muchos devotos porque es indescriptible. Claro, pero por muy bien que describa a esas maravillas sevillanas, todas esas explicaciones se vienen abajo cuando las ves frente a frente. Lo mismo puedo decir de la tarde de Urdiales. No te cansas de verla. Y tampoco te emocionas menos por mucho que la contemples. Semblanzas de un torero que busca poetas que le escriban, busca pintores para que lo retraten. El toreo se basa en torear. Cuando se torea bien se desmontan las teorías de los latigazos, los uis, los zapatillazos o la nueva teoría implanetada en muchos matadores (y comprada por muchos) de meterse en la oreja en cada muletazo. Eso no es torear. El toreo es otra cosa, es meter los riñones en las embestidas, es abrir el viaje del toro con la suavidad de las muñecas, jugar con la cintura y sentirte en cada momento. Todo eso lo reúne únicamente un torero: Diego Urdiales. Y el 7 de octubre tuve la fortuna de verlo en Madrid.
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