Andersen

Decían que Adrián San Miguel no podía seguir en el Real Betis. Bueno, podía seguir siempre y cuando rebajara notablemente sus peticiones a la hora de renovar. Ese entorno tan dañino para la entidad verdiblanca aseguraba que sus actuaciones ante el eterno rival eran básicas para mantenerlo en Primera... a precio de jugador de Segunda B. Lógicamente, Adrián le dijo que no a una propuesta que ni siquiera el muy bético de Pepe Mel veía mal. No valía uno de los porteros más regulares en la Premier y vino en su lugar un danés que en Francia no había hecho nada del otro mundo. Para colmo de los sinsentidos, su última temporada en el Évian había tenido más oscuros que claros. A pesar de todo, el entorno que ahora le pregunta a los periodistas que cubren los actos del eterno Caja San Fernando sus sentimientos balompédicos veía con muy buenos ojos el desembarco en Sevilla de Andersen.

El danés jugó muy poco en el Real Betis. Y eso que la competencia era escasa (Guillermo Sara). En menos de una decena de partidos oficiales con los de las trece barras, 21 tantos encajados. Demasiados para un portero que venía a potenciar un puesto tan determinante. Lógicamente, la necesidad de acudir al mercado invernal (en el que llegaría Antonio Adán) fue la excusa perfecta para desprenderse de un futbolista que a sus 32 años demostraba no tener el nivel necesario para una competición tan exigente como la española. Eso sí, nunca hay que culpar a un profesional de perfil bajo del rendimiento colectivo de su equipo. La culpa del descenso y de los 25 puntos al final de la 13/14 tiene los nombres y los apellidos que todos sabemos de carrerilla.

A sus 34 años se gana la vida en su país natal, defendiendo las filas del Copenhague. Un club en el que sus carencias seguro que no se notan tanto como durante sus escasos seis meses en el cuadro heliopolitano.

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