Otra semana negra

El fondo del asunto, el realmente grave, es que el Real Betis lleva años sin ser reconocido por su gente. Después de años con varios pícaros al frente del club, han entrado personas más sanas, creo, pero que no cuentan con el respaldo de la grada, que mayoritariamente los considera no prerarados para este mundo del fútbol tan peculiar. Para la masa, son un mal menor y eso se nota. Carecen de lo que los romanos denominaban la 'auctoritas', que es ser jefe porque los demás admiten que lo eres por méritos propios, a diferencia de la 'potestas', que es mandar por imperativo legal. Además, su situación de dominio, aunque se extiende ya bastante en el tiempo, no está del todo asentada, de hecho hemos podido ver más de una vez que una crisis deportiva se lleva por delante en meses, o semanas, a entrenador, director deportivo y presidente con una tremenda facilidad, como en las fichas de dominó. Eso ha pasado ya y lo mismo vuelve a ocurrir. Con esa precaridad, tratar de crecer es muy difícil, casi imposible. Pero no insistamos más hoy en el problema de fondo, porque además hay una forma. Y el Betis de esta semana ha sido sencillamente esperpéntico. Son pequeñas o grandes cosas que todas juntas dibujan una situación insoportable para quien sienta el Betis. Ver a un entrenador sentenciado entrenar unos días con la cabeza baja, a Musonda en Inglaterra al primer dolorcito que se le presenta, desconectado del grupo, a Joaquín en el Hormiguero en un momento tan inoportuno, a los dirigentes eludiendo cualquier compromiso público para no decir algo sensato, a Torrecilla de aeropuerto en aeropuerto buscando un entrenador para el Betis cuando decía tener un plan B por si las cosas pintaban feas, a los grupos de animación asegurando que no vuelven al campo mientras que esté Poyet o fichen a Míchel... Muchas cosas, más o menos graves, pero que invitan a pensar que los que mandan están superados, sin respuesta. Me huele muy mal este crisis, tiene la misma pinta que otras que acabaron fatal. ¿Cuántos cambios de todo admite una sociedad sin morir?

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