Pues perdió el Sevilla, lo que últimamente no es mucha noticia. Una victoria en los últimos seis partidos de Liga, el contundente triunfo en la ida copera y la derrota en la vuelta. Pasó, y eso es lo que vale, porque hizo muy bien los deberes en la ida. Ninguna táctica resiste al acierto goleador y por esa vía se resolvió la eliminatoria en San Mamés. Lo del Sánchez-Pizjuán cayó pronto en el tedio. Uno y otro equipo se robaban el balón para luego jugarlo sin demasiada fe ni ánimo de hacer daño. Se quedó todo en un fútbol de fogueo que termina aburriendo a las ovejas. Entre que al Athletic le faltaba calidad y que el Sevilla no era el Sevilla habitual de casa, pasaron los minutos sin sobresaltos.
Los únicos alicientes fueron ver a Munir y la posición de carrilero izquierdo de Promes. El primero tuvo detallitos, nada más. En la segunda apenas apareció. Debe ir sumando. El ensayo con Promes me dejó frío. No me dijo nada en ese puesto, así que Escudero sigue sin estar seriamente amenazado. Cuando todo iba camino del 0-0, resultado digno al fin y al cabo después de un 1-3, llegó el gol de Guruceta que afeó la noche. Creo que unos minutos de Williams para correr hubieran bastado para sufrir, lo cual no habla bien del estado de un equipo que, ojo, ha perdido dos de tres partidos ante un Athletic en apuros. Garitano no lo vio. Algunos entrenadores son así. No quieren ni intentarlo en base a la administración de esfuerzos. Así que en el bombo estará de nuevo un devorador de eliminatorias como el Sevilla, aunque aquí conviene ponerse de nuevos las pilas. Más que nada porque se está a las puertas de ir al Bernabéu, escenario en el que, como es sabido en el mundo entero, el Sevilla ya va perdiendo 3-0 nada más saltar a calentar.
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