Esa estadística, la sequía de dos años de Williams sin marcar en San Mamés en Liga, recorría todos los rincones futbolísticos, todos los medios digitales y escritos. ¿Qué pasó? Que Williams no se llevó el balón a su casa de milagro. Con su velocidad, y la falta de la misma de los defensas del Sevilla, rompió a un equipo endeble, sin fe, descosido. Dos carreras de pantera del delantero del Athletic fueron suficientes. La inferioridad se palpó desde el minuto uno al noventa. Destacar cualquier ocasión es contar un cuento. Destacar algo positivo es fabricar una milonga que no existió. El Sevilla fuera de casa, digan lo que digan sus números, tiene un problema: no va de verdad. Baja una enormidad con respecto a los partidos en Nervión. En parte porque el rival aprieta, faltaría más, y creo también que hay algo de preconcebido en el plan, una especie de aguantar para matar en la segunda parte que no está saliendo.
Ya es hora de revisar ese plan, pues no saca los tres puntos a domicilio desde hace mucho tiempo, demasiado. En San Mamés no se colocó ni atrás ni adelante. Tonteó, sin más, hasta que en un carrerón de Williams la cintura de Kjaer crujió y el invento se torció. Otro primer tiempo regalado lejos del Sánchez-Pizjuán. Pasó en Vitoria. Pasó en Leganés. Pasó hasta en Mestalla. Se deja dominar demasiado. Mientras vas sumando el puntito fuera y la victoria en casa, las cuentas salen. Pero el empate ante el Atlético de Madrid y esta derrota frenan el magnífico ritmo de puntuación. Ojo, una victoria en los últimos seis encuentros de Liga. Y a la espera de visitar el Bernabéu. ¿Quién necesita un chute de moral en el Madrid? Pues ya saben...
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