Carolina Alés no dijo que el Sevilla estuviera vendido, dijo, y estoy convencido de que se ratifica, que llegado el caso, cuando toque, si toca, que se siente libre de vender sus acciones a quien entienda que le convenga a ella y a su familia y por supuesto a la entidad, siempre según su criterio, que es el que debe seguir, porque el compromiso de su padre y su madre con el Sevilla, y el de ella misma, fue, es y será muy grande. Porque la conozco algo y porque sé qué valores le han metido en su dura mollera en casa, aseguro que no es clasista, que no minusvalora en ningún caso a nadie porque tenga más o menos dinero, y piensa así por convicción y porque a su familia le ha costado hacer el dinero que tenga. Si se enredó o no luego en el fragor de la batalla, después de escuchar muchos insultos a ella, a su gente y a sus socios, pues eso que cada uno lo valore si es que lo desea, pero Carolina Alés quiso en primer lugar ser leal con su presidente. Si algún día se vende el Sevilla, no lo venderá Pepe Castro, lo venderán más, y Carolina no quiso hacerse la sueca, como otros, para dejar que su presidente y socio se comiera el marrón de forma íntegra. Carolina prefirió que le doliese la cabeza a que le saliera una úlcera. Los atrevidos que hablan de que no honró el apellido que lleva cometen varios errores. El principal es no conocer a su familia, a su padre. Roberto hubiese hecho algo muy parecido y lo mismo hasta con algún adjetivo que Carolina quiso ahorrarse. Pero Carolina no se merece más que se la compare con su padre, yo el primero. Carolina, con mejor o peor tino, demostró que tiene opinión propia, que con errores y aciertos, tiene criterio. Le toca, con el consejo de su familia, pilotar los intereses de un paquete accionarial que le ha dado gloria y estabilidad al club que también ama. Y si vende, pues no me gustará un pelo, al menos a mí, pero tendrá siempre mi respeto y mi modesta pluma para defenderla, aunque ella se defiende sola, no de todo lo que haga, pero sí de cualquier ataque barriobajero de los que piensen como yo. Porque el Sevilla a lo mejor no debe ser vendido, pero tampoco se merece que fieles de Nervión insulten y amenacen a otros. Eso también es vender al club.
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